Los patucos

El origen de los patucos

Esa soy yo hace un poco más de un año. Un día me levanté con una idea en la cabeza: quiero hacerme una sesión de fotos de embarazada de esas molonas, con la tripota al aire, luciéndola, a sabiendas de que me iba a sentir súper estúpida posando.

En 2012 fue el primer mes agosto en que no trabajé desde que empecé mi andadura laboral. Por contra, el futuro Papá si trabajó. Después de una larga sequía, de lo suyo, y por desgracia con fecha de caducidad. Esta situación, yo, en casa, sola, con bombo, se me antojó bastante extraña. Por momentos incluso agobiante. No estaba acostumbrada a estar sola en casa sin el futuro Papá. Así que para encarar con ánimo la recta final del embarazo me pareció una buena idea lo de la sesión de fotos.

Así que pregunté en varios estudios de fotografía y puse en común mis averiguaciones con el resto de la familia. La conclusión principal fue que era todo súper caro. En algunos sitios, de hecho, carísimo. Eso sí las fotos como si de una boda se tratase.

Pero yo tampoco quería un reportaje de boda. En realidad en mi cabeza se iba abriendo paso un idea que aún no he puesto en práctica pero que algún día lo haré. Quiero colocar una balda de esas para sujetar cuadros y hacer una serie fotográfica de mi Peque. Y había que empezar por el principio, ¿no? Y el principio fue la barrigota.

El caso es que, aunque el precio de las sesiones no me convencía, no podía retrasarlo demasiado, que ya estaba de ocho meses. Empezaba a estar hinchada, sobre todo los pies (aumenté un número de pie, menos mal que era verano y con unas sandalias me apañé durante el verano). Y digamos que no me sentía la mujer más bella y ligera del mundo. Unos días me decía

¿Dónde vas, con esas pintas? ¿De verdad quieres inmortalizarte así?

Otros días, me decía

Pero mira que guapetona estás. Hoy sí que deberías hacerte las fotos.

Así que tras unas semanas dudando, surgió una opción que me haría decidirme finalmente. Mi hermana tenía una amiga cuya hija había estudiado imagen y sonido, y ella me haría las fotos. ¡Yuju!

Una tarde, a finales de agosto, nos fuimos a un campo y allí me hice la sesión de fotos. No fue en un estudio, pero el resultado fue igual o mejor. Al principio fue extraño porque yo eso de posar lo llevo bastante mal y más si voy vestida de forma no habitual en mí. Pero poco a poco me fui soltando y, la verdad, estoy muy contenta con el resultado.

Se lo recomendaría a todas las futuras mamás. Una inyección de moral.

PD: el título del post y la fotografía están dedicados a una de mis imprescindibles en Tw que tuvo una duda existencial sobre qué era esa imagen que tenía por avatar.